Abracanada

Poemas que permanecen inéditos y conforman el tercer libro de Teny Alós

6.12.06

Acuario


Somos el vuelo dorado,
la ruta desesperadamente tallada en rumbos oníricos;
ojo y hambre
en un mundo de influjos inestables.
Lágrima que supera los jardines falsos,
los muros de ceniza,
donde el anatema insensato de la valentía se masturba
tras el altar del simulacro.
La lenta declaración que rige en la sombra
no consentirá
la celebridad del esclavo.
La realidad que explora,
muscularmente,
la pena
no nombrará
verdugos
entre sus falacias cortesanas.
Somos los sujetos que mecen la aurora,
el caldo tibio
en que se cuecen los amaneceres.
Esperan por nosotros siglos
y centurias silenciosas,
esperan laberintos sónicos,
felicidades enigmáticas.
Nos espera el olvido
en el que perderemos el cuerpo
y la fatiga.
Seremos un confín cósmico,
un símbolo infinito.
La vida
nos citará en las enciclopedias
de la esperanza irremediablemente perdida.


II

Surco esta naturaleza.

Sentir al hombre
en mis huellas digitales.
En la teta del ser.
Ojos y fetos
de mi bandera
mamífera.

El alba
escribe los nombres de la ausencia
en la garganta del silencio.

Tantear un secreto sexual:
la mujer
que mis manos
cincelaron hermosa,
el malbeck de mi alma
rebuznando en la embocadura
de su instrumento.

¿Decís que la distancia regurgita el dolor?
¿Decís que la palabra puede
romper una bandada de lágrimas?

Habla la sed,
jazmín en el baño.

Soy una luna silvestre
que cantó,
desnuda
cantó,
sobre la arena
cantó.
En los naranjales,
cantó esa resignación
que encierra el rostro mapuche.
En la desnudez,
cantó esa ansiedad
que muerde el aliento de una monja.

Cantó
a la tierra hostil.
A la ciudad sin pulsación entre las piernas.

La mirada persuasiva
del universo
maquilló la naturaleza para mí.

Madeja desordenada, sin modales.
Plenitud vacía.

III

Es un diapasón.
Esa debilidad.
Un fragmento de geometría gestual
que se esparce
sobre un sentimiento escondido.
Es un planeta de geografías salvajes,
de palabras estampadas
sobre una cornisa de hiel.
Es una exclamación
situacionista.
Un golpe suavemente certero.
Es la palma de una mano
encontrando
a mi sombra
asediada por un fraseo
tembloroso de la soledad.
La voz
que corta el sol
en mitades.
Y navega mapas
para un sujeto
que me obliga a la escritura.
Que me impide el sosiego.
Es una medialuz,
el latido de un sabor
exigiendo que te rías
para que yo pueda sobrevivir.
Es ese escalofrío.